martes, 21 de mayo de 2024

2067, una peli tan mala que... No, es mala y punto

Hace un tiempo vi esta película y me pareció tan horrible que tenía que hablar de ella en algún momento. Quise haber hecho esta entrada al día siguiente de verla, para no olvidarme de nada, pero la dejé a medio escribir por falta de tiempo y después... digamos que la vida me ha atropellado a base de bien. Cuidado, que no me voy a cortar con los spoilers.

Antes de continuar y por si acaso no has llegado a este blog a través de mis redes sociales y, por tanto, no me conoces, quiero aclarar una cosa: las personas podemos y debemos tener opiniones diferentes. Que a mí no me haya gustado esta película o cualquier otra cosa no me hace mejor ni peor persona ni mi gusto es mejor ni peor que el tuyo. No insultes a nadie con criterios diferentes, no des lecciones ni expliques por qué deberían cambiar su opinión. Esto solo aplica si la persona en cuestión... es nazi, terraplanista o antivacunas.

Pues bien, una noche estaba sola en casa y me puse a buscar una peli para ver en Amazon. Quería algo que no hubiera visto antes y me llamó la atención este título cuya sinopsis tenía muy buena pinta.

Cartel de la película. En tonos verdes oscuros principalmente, están los dos personajes protagonistas de frente, cada uno con una máscara transparente que les cubre toda la cara. Al fondo, se ve la silueta en pequeño de un personaje ante una ciudad destruía cubierta por vegetación.

En el futuro cercano, el cambio climático ha provocado la necesidad de emplear oxígeno artificial para poder respirar. Con su mujer enferma y pocas esperanzas de sobrevivir, Ethan (Smit-McPhee) se ve obligado a viajar al futuro para buscar una cura para su misteriosa enfermedad. Sin saber en quién confiar, debe navegar por un futuro repleto de peligros y sin la certeza de poder regresar a casa. (FILMAFFINITY)

Tengo cierta fijación con este tipo de producciones, las de futuros post-apocalípticos y crisis climáticas. De hecho, durante muchos años una de mis pelis de confort cuando llegaba el frío era «El día de mañana», que no es precisamente la mejor historia de ciencia-ficción, pero es que eso no es lo que busco. No soy una crítica intelectual de las que hacen reseñas en rotten tomatoes, yo solo busco una historia entretenida con un puntito de realidad y este tipo de cine suele cumplir lo que busco. Pero «2067»... pues no.

Yo te juro que conforme pasaban los minutos e iba sucediendo toda la trama, iba entrando más y más en un estado entre la indignación y la mofa, porque de verdad que llegó un momento en que no podía tomármela en serio.

Tal y como dice la sinopsis, el cambio climático provocó que se extinguiera el oxígeno en la Tierra. Las primeras tomas de la película te dan a entender que eso sucedió en cuestión de días, lo cual ya es inverosímil pero bueno, vuelvo a «El día de mañana», donde ocurre una glaciación también en días, así que por ahí nada que objetar: ya sabía a lo que venía.

Nuestro protagonista, Ethan Whyte, trabaja en algo de mantenimiento junto a su amigo de toda la vida Jude, está casado y se hincha a coger horas extras para pagarse el oxígeno artificial, hasta ahí bien. Un buen día van a buscarle unos policías y se lo llevan a él y a Jude medio detenidos a la sede de la empresa que monopoliza la venta de oxígeno.

Allí conocen a Regina, la presidenta de esa compañía, y le explica a Ethan que lo necesita a él y solo a él para, básicamente, salvar el mundo. Recordemos que Ethan trabaja en algo de mantenimiento, básicamente es un don nadie, pero su padre era científico y a estas alturas de la película sabemos que hizo algo malo, nada más.

Pues bien, Regina los lleva a una sala donde tienen una máquina enorme y lo primero que vemos es que acaban de terminar con éxito un experimento: el de hacer viajar en el tiempo un reloj. El reloj en cuestión, tras regresar con una diferencia de tres minutos, está oxidado por todas partes, quédate con este dato. Allí en esa sala, les explica que la vida en el planeta ya no es sostenible y que llevan años trabajando en esa máquina del tiempo con la que pretenden enviar a una persona 400 años en el futuro para que regrese con una cura para el planeta. Obviamente todo parece un sinsentido, porque ¿de dónde narices se sacan que dentro de 400 años habrá gente en el planeta y habrán podido recuperar el oxígeno? Esta misma pregunta se la hace el protagonista (mientras su amigo está ahí al lado en calidad de florero), y por toda respuesta obtenemos un mensaje que se envió desde ese mismo futuro y que solo dice «mandad a Ethan Whyte».

Hasta aquí, bueno. Tenemos un problema planteado y una posible solución, y damos por hecho que no nos lo van a dar todo mascadito desde el principio, por lo que intriga el saber qué narices pinta ahí Ethan, quién ha mandado ese mensaje desde el futuro y cómo va a salvar el planeta esa supuesta cura. Lo único que no me trago en absoluto es que la empresa que monopoliza el oxígeno artificial, un bien necesario para la vida y por el que la gente debe pagar sí o sí, sea la misma que quiere hacer algo para recuperar el oxígeno natural. ¿Capitalismo salvaje, le suena a alguien? Ya pagamos, y mucho, por el agua corriente, los alimentos de primera necesidad y la vivienda, si de repente se nos estuviera acabando el oxígeno y solo una empresa en todo el mundo se enriqueciera a base de vendérnoslo, ya te digo yo a ti que no solo no iba a investigar para recuperarlo, sino que iba a trabajar activamente para que se acabara ya del todo.

Ethan ya preparado en la máquina del tiempo. Lleva un traje espacial con casco y unas aspas a la espalda. Al fondo, unas luces de colores provenientes de la máquina.

Ethan está muy reticente con eso. Obviamente, aunque haya visto su nombre en ese mensaje, no sabe qué pinta él en todo ese asunto y se niega en rotundo a apuntarse a una misión de la que no sabe si va a volver. Su principal preocupación es Xanthe, su mujer, ya que está enferma, porque ¿para qué van a escribir un personaje femenino que no dependa por completo del protagonista masculino? Vamos, por favor. Es más, aparecen tres mujeres en esta historia: Xanthe, dependiente de su marido; Selene, madre ya fallecida de Ethan cuyo trasfondo es... ser su madre; y Regina, LA MALA. Y ojito a la frase de Jude cuando dice que no se quiere casar para no tener otra boca más que alimentar. 

Entre Xanthe y Jude lo convencen. He de decir que Jude lo consigue de forma muy contundente y cabreándose mucho con su amigo, quédate también con este dato. Así que finalmente el chaval accede y se va a la empresa con el amigo.

Una vez allí, de vuelta a la sala donde está la máquina del tiempo, un científico empieza a explicarle cómo es todo el procedimiento. Primero, necesita un traje especial. Recordemos lo que pasó con el reloj que solo había viajado tres minutos: el traje evitará que a Ethan le pase lo mismo. Además de eso, también va a ejercer de protección porque la máquina es una especie de tirachinas: para no materializar nada dentro de una montaña o en el agua, básicamente se lanza al aire y ya caerá. Lo de equipar el traje con un paracaídas ya tal, mejor hacen que el que va dentro se pegue el leñazo de su vida, que no pasa nada porque le traje lo protege. Ah, y solo hay un traje completamente equipado; tienen otro, pero ese no está listo para viajar. En segundo lugar, comenta el científico que no pueden hacer pruebas porque se requiere una gran cantidad de energía. Lo del reloj ya consumió la electricidad de todo el edificio: enviar a Ethan va a consumir la de toda la ciudad. Le dan un dispositivo tipo Alexa y para allá que va.

En efecto, el planeta está recuperado en el futuro. Tan, tan recuperado que en 400 años han crecido árboles milenarios, muy efectivo eso de que se extinga la humanidad. Lo primero que hace es encender su Alexa (tiene otro nombre que ya no recuerdo, yo rebautizo Alexa al aparatito) y le pide ubicación. Obviamente no tiene conexión con los satélites: si se ha extinguido la humanidad, ¿me dices por favor quién hay encargándose de que la señal llegue de los servidores a los dispositivos? Un detalle que los preparadísimos científicos que crearon la máquina del tiempo no tuvieron en cuenta. Genios.

Pero bueno, Ethan no tarda en encontrar el primer vestigio del pasado: un búnker cerrado con un esqueleto tirado junto a la puerta. El esqueleto... es el suyo, y tiene un agujero de bala en el cráneo. Yo aquí ya torcí el gesto: ¿no ha viajado al futuro? ¿Hay más Ethans? ¿Se hicieron un lío con las líneas temporales? No sé, no me convenció del todo este tema.

Después de ver su propio cadáver, se queda por ahí deambulando sin saber qué hacer y, llegada la noche, se intoxica con una baya venenosa, porque Alexa tampoco lleva equipada ninguna base de datos de especies vegetales del futuro, así que tras escanear las bayas y no tener información de ninguna clase, decide comérselas, ¿qué podría salir mal? Lo que sucede a continuación te sorprenderá: Aparece Jude y le salva la vida con una inyección de no recuerdo qué.

O sea: se necesita una cantidad ingente de energía para mandar una persona al futuro, tanta que acaba con la electricidad de toda la ciudad, pero han podido mandar a Jude solo unas horas después que Ethan con el segundo traje, ese que todavía no estaba terminado pero ahora de repente sí. No solo eso, sino que de algún modo reciben las constantes vitales de Ethan cuando ya solo recibir el mensaje donde se pedía que lo enviaran al futuro supuso muchos años de trabajo e investigación. Y además han sabido exactamente qué le ha pasado y cómo Jude puede salvarle la vida, por lo tanto lo envían allí con la jeringuilla de lo que necesita. Solo vieron que se le paraba el corazón, podría haber sido cualquier cosa: que se cayera por un acantilado, que le atacara un animal salvaje (spoiler: ni un solo animal aparece en esta película, ni en el futuro en el que todo es básicamente una jungla) o que le diera un jamacuco porque sí, pero mira, supieron que se había envenenado con unas bayas. O sea, ¿qué? Ah, y por cierto: Jude lleva una pistola. ¿Por qué? Ya lo sabremos.

Ethan y Jude en el futuro, ambos vestidos con un mono marrón y en lo que se ve que es una habitación invadida por vegetación salvaje y algunas pintadas antiguas en la pared.

Bueno, ahora que están los dos bros (no lo digo yo, lo dicen ellos) en el futuro, en teoría deberían ponerse a trabajar en la misión de encontrar la fuente del mensaje que recibieron, la supuesta cura para el planeta y regresar con la misma. ¿Recuerdas cuánto y con cuánta contundencia insistió Jude a Ehtan con que aceptara? Bueno, pues desde el minuto cero tras su llegada al futuro quiere que vuelva sin más. No solo eso, sino que se pone realmente violento con Ethan: gritos, empujones, amenazas e incluso alguna que otra leche, todo mientras repite frases como que es por su bien o «yo tengo el control». ¿El control de qué? Hay unas tomas en las que claramente Jude parece que pierde el control de sí mismo, que tiene algún problema mental o algo así, pero nada, nunca se sabe el por qué de esa frase que repite en varias ocasiones. 

No recuerdo si es en este momento o antes, pero bueno, a estas alturas de la peli ya sabemos un poco más el por qué de que hayan elegido precisamente a Ethan. Su padre, que ya murió, era el científico jefe en el proyecto de la máquina del tiempo. Por entonces, Ethan solo era un niño, pero por algún motivo que no recuerdo o no te explican bien, su padre configura la máquina para que solo encienda con su ADN. Siendo Ethan un niño, y justo antes de su muerte, le regala un brazalete que lleva clavado. Pedazo de regalo para un crío, ¿eh? Desde entonces lo ha llevado porque no se lo puede quitar. Se ve que aunque ha crecido, la muñeca se ha mantenido del mismo tamaño... en fin. El caso es que, otra absurdez del guion, si la máquina solo va a funcionar con su ADN ¿cómo, en primer lugar, está funcionando antes de que Ethan llegue allí? Más tarde averiguamos que es así como puede iniciarla en el futuro, pero sigue sin tener sentido alguno, o bien todo esto se quedó sin explicar en condiciones. Bueno, también existe la posibilidad de que yo no me enterara porque en este punto estaba pausando cada dos por tres para mandarle audios indignados a Sergio de lo mala que me estaba pareciendo.

Toda la parte del futuro, lo cierto es que es un galimatías tremendo. Ethan consigue arrancar la máquina gracias a su brazalete y, cómo no, hay un fallo eléctrico que les impide continuar. Para solucionarlo, tienen que caminar muchos kilómetros para ir hasta el núcleo de energía (no me preguntes por qué está a tomar por saco y no allí mismo) y, si no lo consiguen en cuatro horas, no solo se va a destruir sino que va a pegar un petardazo nuclear y se va a cargar Australia entera o algo así. En esta parte están los dos amigos enfadadísimos, Jude dando por saco con que tienen que volver a su tiempo e Ethan intentando enterarse de la misa la mitad, muchos lloros, muchos gritos y tú sin saber muy bien qué está pasando.

Fotograma de la película. Los dos protagonistas, vestidos con un mono marrón sucio, van por mitad de un bosque.

Emprenden el camino. Recordemos que casi no les va a dar tiempo, pero aun así Ethan decide desviarse porque patata. ¿Para qué? Para comprobar qué pasó con su mujer. Han pasado 400 años, la ciudad está completamente destruida pero él es capaz de encontrar la escuela donde Xanthe trabajaba y, tachán, ver su cadáver. Viene aquí un momento dramático de la leche, porque eso sí, drama gratis hay en esta peli para dar y regalar. Que yo vi una crítica que decía que los personajes lloran en exceso y pensé «ya está el típico señoro con que los hombres no lloran, a mí dadme dramita»... y le tuve que dar la razón. O sea, Ethan es un llorica. Se entiende a la perfección que la situación le sobrepase: él es un simple currante y lo más arriesgado que hace en la vida es colocarse con chutes de oxígeno puro, y de repente se mete en este berenjenal. Pero es que un porcentaje demasiado alto de la peli es de Ethan llorando y sin aportar nada en absoluto ni avanzar con la trama.

A partir de este punto, estoy retomando la entrada tras un par de semanas, así que ya se me han olvidado cosas, pero siento decirte que no pienso volver a verla para poder traer una sinopsis en condiciones.

Me había quedado en la escena en la que encuentra el cadáver de Xanthe. Básicamente sabe que es ella porque, justo antes de emprender este viaje, le talla una flor en metal y la graba con un mensaje, y el esqueleto tiene esa flor en la mano. La situación, a mi entender, es de lo más aleatorio: el cadáver está en la escuela donde trabajaba Xanthe, no hay más esqueletos que el suyo y además tiene esa flor en la mano. Lo lógico habría sido que hubiera muerto en su casa, porque recordemos que no hubo un desastre de los que te pillan en cualquier situación, sino que el oxígeno se estaba acabando poco a poco. Y la flor, ¿es que la llevaba siempre? No es pequeña, tendrá el tamaño de una palma, es incómoda de llevar, pero ahí la tiene. Yo qué sé, muy fabricado todo para arrancarte la lagrimita.

Después de esto, más peleas entre Ethan y Jude porque Ethan vuelve una y otra vez al mismo argumento de que tienen que volver al pasado. Ethan consigue al fin llegar al generador nuclear ese y entre los dos arreglan el desaguisado. Que, ojo, en un sitio bajo tierra, completamente cerrado, había un cable que se había partido y estaba echando chispas, esa era la avería. Todo el mundo sabe que los cables de 5 centímetros de grosor tienden a desgarrarse solos. Y me hizo mucha gracia la escena de esta reparación, porque aquí nos meten el típico tropo de que para arreglar algo uno de los dos debe quedarse en una sala aislada que va a llenarse de radiación y por tanto va a morir de inmediato. Así que ooootra pelea de los bros porque ambos quieren sacrificarse, obvio. Al final es Ethan el que se queda aislado y ya a punto de morir, más drama y al final... Pues al final se salva, ya está, no me preguntes por qué, ni me acuerdo. ¿He dicho ya que el drama de esta película es completamente gratuito?

Arreglado ya el asunto, vuelven al lugar donde está la máquina del tiempo y ya, al fin, obtenemos casi todas las respuestas que nos faltaban. Resulta que el padre de Ethan y Regina tenían muchas diferencias con respecto al uso de la máquina. Regina opinaba que ya no había nada que hacer y que la máquina debía utilizarse para enviar a un grupo selecto de personas a que repoblaran el planeta cuando de nuevo fuera habitable, mientras que el padre de Ethan insiste en intentar salvar a los millones que dejarían morir en el presente. Al final, hace la jugarreta del ADN, que no tiene sentido ninguno porque recordemos que es para que se active desde el futuro, que desde el presente se puede activar perfectamente, entonces Regina debería salirse con la suya y, de hecho, acaba pegándole un tiro. Todo esto se sabe porque hay una grabación holográfica que está almacenada ahí en el futuro, una cosa loquísima y sin ningún tipo de justificación.

¿Y qué pasa con el esqueleto de sí mismo que Ethan encontró al llegar al futuro? Pues que, al activar la máquina con su brazalete, se abre una puerta que hasta el momento ha permanecido cerrada y oh, sorpresa, es la puerta del búnker con su esqueleto ahí. Nadie lo habría adivinado. Entonces Ethan comprende que van a volver al pasado y que nada más hacerlo, Jude le va a pegar un tiro. Lo sabe no porque sea el más listo de la clase, sino porque combina su Alexa y la del esqueleto y consigue reproducir una grabación en la que ve suceder todo esto. Y entonces descubrimos que Jude es, en realidad, un gamberro que Regina tenía contratado para hacerle el trabajo sucio. Que cuando mató al padre de Ethan, la máquina del tiempo transmitió aquel mensaje de «enviad a Ethan Whyte» y entonces Regina le encomendó la misión de ser su amigo para tenerlo controlado todo el tiempo que necesitaran para echar a andar el proyecto y, llegado el momento, cargárselo. Para que Ethan pudiera activar la máquina que ya pueden activar perfectamente desde el pasado y así transportar a la gente que va a repoblar el planeta en el futuro. Coherente. Hay más dramas, más gritos, más lloros y bueno, al final tenemos giro de guion y Jude se pega un tiro delante de Ethan.

Mientras, en el pasado, Regina ya está contentísima porque sus planes van a salir bien y ya tiene a un montón de gente puesta en cola y les está dando las indicaciones pertinentes. ¿Te acuerdas del reloj oxidado por viajar tres minutos? ¿De los trajes de protección que habían desarrollado tras muchos años de trabajo y uno ni siquiera estaba completo? ¿De que para hacer viajar a una sola persona se consumía la electricidad de toda la ciudad? Pues de repente ya nos olvidamos de todo esto y el montón de gente, hombres, mujeres, niños y niñas, van a viajar en fila india sin traje ni nada. Ahí, alegremente.

Y al fin llegamos al desenlace. El final es de traca, ya verás: con Jude muerto, Ethan decide acabar de una vez por todas con el plan malvado de Regina. Su padre le dijo de pequeño que había que tener fe en las personas, y él la tiene. Está seguro de que puede enviarles algo con lo que trabajar para curar al planeta y, además, destruir la máquina para que Regina ya no tenga oportunidad de salirse con la suya. Pero para ello necesita, y esto es primordial, estar allí... O sea, haber llegado al futuro. Y por eso envía un mensaje al pasado diciendo que le envíen a él. Exacto: el mensaje de «enviad a Ethan Wythe» lo envió él mismo, típica paradoja sinsentido porque crea un bucle absurdo. Y es que, si la condición para que Ethan viajara al futuro era que el propio Ethan, desde el futuro, pidiera que lo mandaran al futuro... ¿? No sé, yo ya me he liado.

Solo queda enviar lo que salvará al planeta y destruir la máquina. ¿Cómo? Pues Ethan se marca un 2x1 aquí porque la solución, el milagro que va a recuperar el oxígeno casi extinto del planeta Tierra, es meter un montón de árboles, hojas y plantas en general dentro de la máquina. Es como del tamaño de mi salón, y vivo en un piso de 50m, así que vamos a echarle no más de 15 metros cuadrados de plantas arrancadas, porque además tiene un margen de minutos para llenar la máquina y solo dispone de una excavadora que, milagrosamente, funciona tras 400 años. 15 metros cuadrados de hojas van a lograr restaurar el oxígeno en un planeta prácticamente muerto. Claro que sí.

Y hasta aquí. Regina se enfada un montón, Xanthe recibe la visita de dos personas que le notifican lo que ha pasado y llora mucho al entender que Ethan no puede volver y terminamos con una última escena en la que Ethan regresa a la ciudad destruida donde encontró el esqueleto de su mujer, y en su lugar encuentra una ciudad desarrollada y moderna, en armonía con toda la naturaleza recuperada.

En resumen, mi opinión es que menudo pestiño de película. He visto algunos titulares que hablan de ella como si fuera guay, la ponen de interesante, entretenida, blablá. Mira, no. ¿Sabes esa chica de TikTok que hace resúmenes de pelis de mierda para que no tengas que verlas? Pues esta sería perfecta para su canal, con eso te lo digo todo. Pero eh, lo dicho al principio de la entrada: si a ti te gustó, me alegro muchísimo porque lo importante es que no sentiste que habías perdido dos horas de tu vida, y tu criterio no es ni mejor ni peor que el mío, así que tranqui.

Si has leído hasta aquí, te agradeceré un montonazo que me recomiendes alguna peli de este palo que sí esté chula, ya sabes, para quitarme la espinita. ¡Nos leemos!

domingo, 19 de mayo de 2024

La ansiedad

La entrada de hoy es muy personal. Tanto, que prefiero no compartirla en redes sociales. Sí, lo sé, ¿por qué escribirla en un blog público al que tarde o temprano va a llegar la gente? Si no quiero que se lea, mejor escribirlo en un cuaderno o dejar esta entrada como borrador. Pero bueno, yo soy así. Por un lado creo que me va a venir bien expresarme y, por otro, creo que me hará bien de cara al futuro, cuando esté bien y pueda leerla y darme cuenta de que he superado un bache gordo. Y antes de seguir escribiendo quiero advertirte de dos cosas: si estás pasando por un proceso parecido puede que te afecte, así que quizás este no es el mejor momento. Por otro lado, si no te he hablado personalmente de esta situación, prefiero que no me la vayas a comentar por privado.

Actualmente estoy de baja por ansiedad. No es la primera vez; de hecho, la ansiedad y yo hemos tenido una relación bastante estrecha desde hace años. Fue quizás allá por ¿2007? cuando tuve mi primer ataque de pánico. Hasta entonces, yo no sabía ni qué era eso, pero echando la vista atrás puedo comprender que la ansiedad ya había aparecido mucho antes.

Ciñéndome de momento al presente, te cuento que ya estando en vacaciones empecé a encontrarme... mal. Ese pinchacito en el pecho que no se va, esa dificultad para dormir... en fin. Hace tiempo estuve yendo a terapia. Tuve otro ataque fuerte (cuando digo ataque fuerte me refiero a que acabo en urgencias) y tomé la decisión de buscar ayuda. Mi psicóloga me dio herramientas para gestionar la ansiedad y estuvimos trabajando en qué podía provocarla. Solucionamos algunas cosas y otras no, y hoy por hoy no volvería con ella por la simple razón de que cobra 30€ más la hora que entonces, y yo no me lo puedo permitir. Ya me venía muy apretado entonces, ahora es imposible. Aparte, a raíz de varias cositas que luego voy a comentar, tengo la sospecha de que, aunque es muy buena psicóloga, no tiene la especialización que necesito.

El caso es que, bueno, con las herramientas que me dio estuve intentando tirar palante, pero no fueron suficientes. Volver de las vacaciones fue duro. Muchísimo malestar durante los turnos, el constante pensamiento de que me iba a desmayar y, lo peor de todo, muchos días seguidos pensando que en realidad estaba a punto de sufrir un ataque al corazón. No solo eso: se dio la coincidencia de que volvió a darme tos (soy asmática y desde que tuve COVID, me da bronquitis varias veces al año) y allá que iba yo, convencidísima de que tenía cáncer de pulmón. Mi parte consciente y racional me decía que nada de eso era cierto, pero imagina tener un conflicto interno 24/7 con esas dos versiones de mí misma: la que decía que estaba todo en mi cabeza y la que decía que me iba a morir pronto. Lo malo es que la segunda versión es la más insistente, y no contenta con meterme ese miedo, se encarga además de hacerme sentir culpable por dejar a Sergio solo si me muero, mientras que la primera versión me hace sentir culpable por... básicamente por ser tan gilipollas.

Quizás, si tú nunca has pasado por esto (ojalá que no), no alcances a comprender la velocidad que adquieren los pensamientos y la cantidad de ruido que se instala en tu cabeza. Créeme: no es bonito.

Imagina que me estaba sintiendo así constantemente durante muchos días. Fueron como dos semanas. En el trabajo, durante la primera semana desde que me incorporé tras las vacaciones, tuve a una encargada que es un amor de persona. Le expliqué simplemente que estaba mal, sin entrar en detalles, y le pedí que evitara ponerme cara al público. Su respuesta fue que no me preocupara, que ella se buscaba la vida. Mi petición no era capricho: a nadie le gusta trabajar cara al público, pero lo hacemos porque es lo que toca, yo incluida, pero sé cuándo me va a afectar seriamente. Trabajar atendiendo clientes, en estos momentos, para mí significa tener una grandísima cantidad de estímulos que no puedo gestionar. Es tener que aguantar una fachada agotadora, porque no te puedes mostrar seria o mal ante los clientes. Y es enfrentarme a situaciones demasiado aleatorias e imprevisibles sobre las que no sé si voy a poder mantener el control. En circunstancias normales esto no es un problema, lo hago sin mayor dificultad, pero me conozco a mí misma lo suficiente como para saber cuándo no soy capaz. Por suerte, no tuve que explicarle nada de esto a la encargada, ella respetó mi petición.

Y entonces llegó el lunes. Estaba esta encargada, pero la que mandaba en ese turno era otra. Para empezar, me amplió el turno. Error mío haber aceptado, pero es que mis horarios a la vuelta de vacaciones eran muy justos, y me convenía trabajar horas extras. ¿Qué demonios? No: yo no tuve la culpa, la culpa la tuvo el capitalismo. El caso es que me dijo desde un principio que el turno extra era para ayudar en el cumpleaños. Eso fue días antes. El mismo lunes, yo le escribí un whatsapp diciéndole exactamente lo mismo que a la otra encargada: que estaba mal y que por favor hiciera lo posible por no ponerme cara al público. No me respondió nada. Solo escribió «sí», pero fue en referencia a otra cosa que le había dicho.

Cuando entré al turno me dijo que «con calma y tranquilidad» fuera a la zona de juegos a preguntarle a la que llevaba el cumpleaños qué tenía que hacer. Estamos hablando de un recinto cerrado con 25-30 niñes gritando más los padres y abuelos hablando alto para hacerse oír por encima de todo ese estruendo. ¿Te imaginas cómo me afectó ese estímulo? Y menos mal que no tuve que quedarme ahí dentro, solo entrar en varias ocasiones y salir.

Es cierto que yo era la única empleada que podía cubrir ese puesto. Pero es que ella podría perfectamente haberse cambiado por mí, dejarme en la cocina que es el sitio donde mejor estoy porque puedo controlar la situación y ayudar ella con el cumpleaños. Sabía que estaba mal y aun así su única solución fue decirme que me lo tomara «con calma y tranquilidad». Ella, que también sabe lo que es tener ansiedad, al parecer no sabe que no se trata de eso. Pero bueno.

Lo superé respirando hondo, apretando mucho la mandíbula y pensando que una vez terminara el cumpleaños, que por lo general duran hora y media, ya me mandaría a la cocina. Pues no. Me puso a atender a los coches, que es, quizás, el peor puesto para estar en mitad de una crisis de ansiedad. Si un montón de niños asilvestrados suponían un exceso de estímulos, imagina estar dentro del restaurante con el pinganillo puesto, atendiendo a una persona a través del auricular mientras otra te habla en la ventanilla, las señales acústicas de las freidoras no paran de sonar, entran pedidos para llevar a domicilio que hay que montar  y tú eres la única persona que puede hacerse cargo de todo eso. Repito: en circunstancias normales puedo con todo eso y ni pestañeo, pero llevaba dos semanas con una angustia y unos pensamientos intrusivos brutales. Pensamientos a los que había que sumarle uno constante: el del malestar que me provocaba que mi encargada, sabiendo que me encontraba mal, no me quitaba de ese puesto.

Poco a poco, dejé de poder disimular. Soy experta en ocultar mis sentimientos cuando estoy mal, incluso al principio de turno estuve de cachondeo. Pero llegó un punto en que ya no podía seguir con esa fachada, y del mismo modo en que se me da bien ponerme esa máscara, cuando se me cae, se me cae, y se me nota muchísimo. A partir de aquí, por desgracia no sé distinguir si esto fue percepción mía o si fue la realidad, pero tengo la sensación de que a la encargada le sentó mal verme la cara. Se trata de una persona con muy mal genio y cero tolerancia a la frustración que, cuando algo escapa a su control, lo paga con los demás. Así que no es una exageración suponer que, para ella, el que yo estuviera seria y contestara con monosílabos, fuera motivo para frustrarse y, por tanto, pagarlo conmigo. Así que ahí estaba yo, con una angustia horrible en el pecho, los oídos taponados (esto también es por culpa de la ansiedad), empezando a marearme, el pensamiento recurrente de que había una persona que podía mejorar mi situación y que no lo hacía porque no le daba la gana y la percepción de que esta misma persona estaba enfadada porque yo estaba mal. Tengo que puntualizar que, cuando se enfada, se vuelve muy desagradable. Habla a todo el mundo con muy mal tono, grita, incluso da empujones si estás en su camino... enrarece una barbaridad el ambiente de trabajo y logra hacerte sentir mal incluso cuando estás bien. Hubo una frase que me dijo, hace muchísimos años, que se me quedó grabada: «si yo estoy mal no voy a dejar que los demás estén bien».

Cuando ya estaba al límite y sentía que no podía más, esta persona me tiró un helado a la mesa que tengo para poner los pedidos de los coches. Sé que no se cayó por accidente porque yo estaba tan mal que no podía hablar apenas, ella me preguntó si hacía falta que me pusiera ese helado y yo le respondí moviendo la cabeza. Lo normal cuando una compañera o compañero me lleva los helados que necesito para mi pedido es dejarlos o bien donde se colocan todas las bebidas, que es una mesa aparte, o bien en una mesa que tenemos en el centro de la zona del mostrador. Ella se aseguró de que yo me enterara muy bien de que la había puesto de mala leche lanzándolo delante de mí, por tanto el helado se cayó. Desde ese momento ya no pude hablar.

Eran casi las diez, ya había dos compis más trabajando en la cocina, uno de ellos llevaba puesto otro pinganillo para escuchar lo que pedían los coches. Se dio perfecta cuenta de que me estaba pasando algo porque justo en ese momento llegó un coche y solo pude decirle que lo atendíamos enseguida, sin que apenas me saliera la voz. Me miró y le gesticulé para que cogiera él el pedido, y tuve la gran suerte de que la otra encargada acababa de acercarse y me vio la cara. Fue ella la que me dijo que dejara el pinganillo y fuera a sentarme un rato.

La angustia que sentía en ese momento fue... horrible. No podía parar de llorar, hiperventilaba tanto que me mareé muchísimo, me hacía daño la luz y no podía hablar. No pude hablar durante horas, hasta que me hizo efecto el diazepam que me dieron en urgencias. No puedo explicar bien por qué esta pérdida del habla. Primero era porque intentarlo me aumentaba muchísimo el nivel de angustia y el llanto me lo impedía, pero luego era por falta de fuerzas, como que estaba tan agotada física y mentalmente que hablar era demasiado para mí.

Por suerte, Sergio estaba disponible. Era su día de descanso, pero tuvo que ir a su restaurante para unas gestiones, y pude avisarlo por Telegram. De hecho, es que dio la casualidad de que me había llevado y pretendía recogerme a mi hora de salir. Casualidad o tal vez causalidad, porque si bien no tenía ni idea de que esto me iba a pasar, agradecía no tener que conducir de vuelta a casa. Mientras estaba en el cuarto de empleados todavía en esas condiciones, la encargada comprensiva terminó su turno y vino a quedarse conmigo todo el tiempo. Me sujetó la mano y creyendo que yo no había avisado, llamó a Sergio también, y no se fue a su casa hasta que me dejó sentada en el coche. No sabe lo agradecida que estoy por eso, aunque ya se lo dije, pero es que no tiene ni idea. ¿La otra? La otra vino en determinado momento a decirme, en muy mal tono, que hiciera el favor de llamar a Sergio y que si no iba a trabajar al día siguiente que avisara con tiempo suficiente. Y no solo no me ha preguntado cómo estoy en todos estos días, sino que me ha dicho un pajarito que me culpabiliza a mí de la situación porque no le pedí que me metiera en cocina. Sin comentarios.

Desde entonces estoy de baja. Hoy es domingo, mi baja se revisa el martes y no estoy preparada en absoluto para incorporarme a trabajar. De hecho, no siento que haya mejorado demasiado. No he podido salir de casa en estos días, solo pisé la calle el martes por la mañana para ir a mi doctora y a la farmacia a comprarme diazepam. He tenido más crisis, más leves pero crisis al fin y al cabo, y me genera mucho rechazo la idea de salir. Esta tarde vendrá una amiga. Vamos a tomar un café por ahí y a jugar una partida de Go, y yo sé que es bueno para mí que me dé el sol, pero confieso que me da mucho miedo. Creo que la ansiedad ha derivado también en principio de depresión, y sé perfectamente que lo que menos me conviene es la inactividad, pero no me veo capaz. En esta semana no he limpiado en casa, no me duché hasta anteayer y en general estoy apática o directamente triste. Y por supuesto, el pinchazo del pecho aunque sí es algo más leve, sigue ahí.

Mi doctora decidió derivarme a salud mental. Me dijo que necesitaba hacerme una analítica completa para tener la autorización. Yo no tengo ni idea de por qué, pero de todas maneras ya necesitaba hacerme una para controla la tiroides y llevaba posponiéndolo tiempo, así que ya tengo la cita. El problema es que para cuando al fin pueda ir a la psiquiatra esto ya habrá pasado, pero iré igualmente. Iré porque necesito saber de dónde me viene esta ansiedad y por qué hay tantos momentos en mi vida en los que siento que no he sido una persona... normal. Al mismo tiempo, también es posible que en la mutua valoren mi estado mental. Deberían llamarme mañana para concretar.

Y es que, por muchas razones, empiezo a tener la sospecha de que la principal causa es porque soy autista. No tengo diagnóstico ni me lo he autodiagnosticado yo, pero lo cierto es que hace tiempo que una persona de mi entorno empezó a sospechar que tenía alguna neurodivergencia y, al tener confianza conmigo, me fue pasando videos de la comunidad autista. TikTok puede ser un pozo de desinformación, bulos y bailes absurdos pero también hay una comunidad grandísima de personas que, de manera altruista, comparten información veraz. El algoritmo decidió que me interesaban esta clase de videos y empezó a mostrarme más, y cuanto más veo, más identificada me siento. Quizás estoy equivocada, quizás simplemente soy rara, o no soy la adulta madura y funcional que debería ser, pero veo demasiadas coincidencias.

Obtener un diagnóstico de autismo a mi edad, (43 años) es muy difícil, y en las mujeres es aún más difícil de ver. Además, no puedo pagar a un especialista privado, que es todavía más caro que mi psicóloga. Por tanto, tendré que confiar en la seguridad social, porque no creo que la mutua gaste tiempo y dinero conmigo si su interés es que me incorpore al trabajo lo antes posible. Hoy por hoy, no tengo energías para buscar otras vías, ya bastante me ha costado sentarme a escribir esta entrada.

Ayer me decía una amiga que es normal que tras la experiencia del lunes pase varios días en modo tábula rasa, esas fueron sus palabras textuales. Ojalá tenga razón. La vez anterior (hace, no sé, cinco o seis años), mis síntomas en pleno ataque fueron espasmos musculares que me duraron varios días. Mi doctora, que era otra y que por cierto me echó la bronca por estar mal, ajá, me recetó un buen cóctel de pastillitas que me tenían hecha un zombi todo el día. Esta solo me ha dado diazepam para cuando tenga otras crisis, y yo por mi cuenta y riesgo me estoy tomando uno para dormir básicamente porque me da miedo acostarme y perder todos los estímulos controlados que me mantienen la mente ocupada. Anoche ya reduje la dosis a media pastilla y creo que me ha venido bien, pues ha sido el primer día que no me levanto a mediodía con miedo de afrontar el día. Pero por lo demás, sigo en ese estado como de pausa. Y, lo que es peor, con la sensación de que no voy a mejorar y la culpabilidad que viene unida porque no estoy trabajando y por tanto voy a cobrar una miseria, porque tenía un planazo con mi hermano, al que veo dos veces al año porque vive en Alicante y no voy a poder ir y porque tengo una persona a mi lado a la que estoy cargando con todo.

Sergio, tengo que decirlo, me apoya de la mejor manera que podría desear alguien en mi situación. Siempre intenta aliviar mi humor y desviar mi atención cuando tengo la cabeza a todo trapo, me escucha sin importar el momento y, esto es muy importante, no me presiona para que esté bien. Esto es muy clásico. La gente lo hace de buena fe y con la mejor de las intenciones, pero resulta que presionar, expresar de algún modo que hay que ponerse bien rápido o decir cosas como que te fuerces a salir y a hacer actividades que te van a beneficiar, consigue el efecto contrario. Y yo tengo la tremendísima suerte de tener un entorno muy seguro a este respecto. Tengo muy pocas amistades: en Málaga solo somos un grupo de seis. Después tengo dos amigas de otras ciudades que, aun teniendo también cada una sus propias historias, están ahí para escucharme. Y lo dicho: mi pareja. Para el capitalismo está claro que no interesa dejarme sanar sin presiones y con tiempo, pero en este paréntesis de mi vida, me alegro muchísimo de no tener esa presión en ningún ámbito.

Así que bueno, poco a poco. Mi única prisa por estar bien es porque, como es lógico, no quiero sentirme mal. Y cuando vuelva, a ver qué tal esa vía del diagnóstico. No me atrevo a sugerirlo en el trabajo porque sé perfectamente lo que me van a decir «tú no eres autista, que te conozco desde hace años», porque claro, no saben lo que es enmascarar. Y sé que me va a hacer mal esa respuesta. Pero, como no hago daño a nadie, sí voy a probar a ver qué tal me van algunos de los consejos que la comunidad autista comparte en TikTok: ya tengo cascos para aislarme con musiquita, tengo tapones para los oídos, me he hecho con un anillo que gira y que es magnífico para mantenerme la mente centrada y voy a dejar de forzarme a permanecer en un sitio con mucha gente o que me incomode de algún modo, siempre y cuando me sea posible, claro.

Otras cosas como mi miedo patológico e irracional (porque no viene de ninguna mala experiencia) a salir sola, mi incapacidad de afrontar tareas que no quiero hacer, como limpiar la casa o hacer gestiones o por qué la mayoría de las veces no identifico mis sentimientos negativos, supongo que lo iré viendo con muchísima paciencia con la psiquiatra. No sé hasta qué punto me va a funcionar teniendo en cuenta que entre una cita y la siguiente pueden pasar mínimo tres meses, pero bueno digo yo que menos es nada, ¿no?

Ya decidiré también si abordar lo del autismo en más entradas de este blog mientras ese diagnóstico llega (o no). Por ahora, no sé decirte si escribir toda esta entrada me ha venido bien por el hecho de expresarme o porque ha sido mi motivación para levantarme de la cama hoy y mi ocupación durante toda la mañana. En ambos casos, me sirve.

martes, 7 de mayo de 2024

Receta: sartén de setas y espárragos verdes

Hoy te traigo una de mis recetas de confort. Está riquísima, las especias le dan un puntito umami y se hace en un momento.

Fotografía de esta receta cocinada en un wok. Lleva setas, espárragos verdes y huevos encima de todo eso, que se dejan cuajar.

INGREDIENTES:

  • Setas tipo ostra.
  • Espárragos verdes.
  • Comino en polvo.
  • Jengibre en polvo.
  • Ajo en polvo.
  • Pimienta negra molida o cayena (opcional).
  • Aceite (siempre mejor si es de oliva).
  • Dos huevos por ración.
PREPARACIÓN:

Lava y corta los espárragos en trocitos no muy grandes y las setas en tiras.. Mientras, en un wok o sartén amplia ve calentando aceite, lo justo para que cubra el fondo. Saltea los espárragos con un poquito de sal hasta que empiecen a estar tiernos.

Añade las setas, un poco más de sal y las especias: de comino y jengibre más o menos media cucharadita de cada, con el ajo en polvo no te cortes y la pimienta, solo si te apetece un toque picante, o sustitúyela por cayena molida si te gustan las emociones fuertes. Yo lo suelo hacer con un poquito de pimienta, lo justo para que se note el sabor pero no pique mucho.

Saltea todo esto y, cuando esté bien cocinado, casca dos huevos por cada ración, échalos encima de todo y ponles otro poquito de sal y pimienta. Con el fuego a potencia media, tapa y deja que se cuajen.

Sírvelo con pan para empujar y mojar, porque créeme que vas a dejar el plato limpio limpio.

Esta receta no la he encontrado en ningún sitio, sino que me la dijo hace años mi amiga Siruveru. Posiblemente su versión sea distinta, porque fue un comentario un poco de pasada y luego yo la hice de memoria, pero lo importante es lo riquísimo que queda. No es muy alta en calorías y tampoco es pesada, así que para la cena es perfecta, y encima tampoco es muy cara porque solo lleva tres ingredientes principales.

Pruébala y ya me cuentas.

viernes, 3 de mayo de 2024

Abril

¡Con la poca actividad que tuve en marzo y la de cosas que he hecho en abril! Cómo se nota que he estado dos semanas de vacaciones...


@amimercury_art

Al fin me he enterado de cómo poner el vídeo directamente desde TikTok, meses me ha costado. Es que, hace como diez años, creo recordar que Blogger tenía otro diseño en la parte de escribir las entradas y, además, yo medio controlaba en html y lo escribía todo ahí a pelo. Ahora me he olvidado y además prefiero las cosas más sencillas.

La compra súper especial de este mes fue el Pop Up Parade de Sai. Ya tenía el de Hikaru, me faltaba este, y ojalá saquen a Akira también. La verdad es que las Pop Up Parade están muy muy bien, son figuras detalladas a un precio bastante asequible. Es cierto que la pintura es sencilla, pero están muy logradas. También he aprovechado que la nómina vino bien y la devolución por la declaración de la Renta para renovar mi bolso —después de años llevando mochila, vuelvo a una bandolera—, actualizar un poquito mi biblioteca de mangas y hacerme con un reproductor portátil de MP3 porque ya estoy harta de que Spotify no tenga todo lo que me gusta oír.

La casualidad quiso que estuviera libre cuando se celebró la Retro Pixel, una exposición de videojuegos antiguos que se hace en Málaga creo que cada año. Y, para más casualidad, Sergio tuvo el día libre, así que fuimos los dos.

Exposición de ordenadores antiguos de Apple
Parte de la exposición, dedicada a Apple.

Dos máquinas tipo Game & Watch pero con dos pantallas.
Yo tuve el Lifeboat y le eché muchísimas horas.

Me gustó mucho ir. Entrada libre, aparcamiento fácil, el recinto poco masificado y, lo que es más importante, no era un mercadillo. Y es que el mundillo del retrogaming ha degenerado muchísimo. Hace muchos años que íbamos por las tiendas de segunda mano buscando juegos interesantes y siempre encontrábamos algo a un precio adecuado. Pero entonces llegaron los listillos de turno, empezaron a comprar en masa y a revender carísimo, las tiendas de segunda mano se subieron al tren y se acabó creando una burbuja bestial. Lo que viene siendo la especulación de toda la vida, vamos. Así que estuvo muy bien ver que había charlas muy interesantes (no pudimos ir a ninguna), un montonazo de máquinas para jugar y una exposición muy apañada. Y la única parte de mercadillo era un puesto en el que solo se podía pagar en cupones, y dichos cupones se obtenían dando kilos de comida para donar a Los ángeles de la noche. ¡Ah, y la entrada gratis! Por desgracia, solo pudimos ir en domingo, por lo que no había nada abierto donde ir a comprar comida para donar.

Siguiendo en la tónica videojueguil, y supongo que muy en parte por haber tenido vacaciones (dos semanas, nada menos), empecé el Hades. Sí, ya le había echado más de 150 horas en su momento y me lo había pasado, pero lo cierto es que llevo varias de las piezas musicales de su banda sonora en el coche y me entraron muchas ganas de repetir. Además, ya mismo sale el Hades 2, así que jugar al 1 como que me quita un poco las ansias. Y no contenta con empezar OTRO juego que ya había jugado, rebusqué en la caja donde tenemos todos los de XBox 360 y saqué el Fallout 3. En este caso, la serie de Fallout que ha salido recientemente tiene la culpa, y si no la has visto, te la recomiendo encarecidamente.

Así que ahora mismo tengo cuatro juegos a medias: el Hades, el Fallout 3, el Yakuza Zero y The Great Ace Attorney 2. Ahí, a tope. Lo malo es que me conozco y, en cuanto vuelva a trabajar, alguno de esos cuatro se va a quedar abandonado.

Ya videojuegos aparte, voy a aprovechar esta entrada para no recomendar un restaurante. En el video me veis tan feliz bebiéndome el caldo del ramen porque lo primero es el postureo, pero tengo que decir que ese restaurante no nos entusiasmó. No iba a decir el nombre por no hacer mala publicidad, pero aunque el número de personas que leen este blog ha aumentado desde la entrada sobre las IAs, seguís siendo cuatro gatos y apuesto a que no vivís en Málaga. Y, si se da la casualidad, como mucho el sitio va a dejar de ganar une cliente, lo cual no va a suponer nada. Se trata de Mooka Ramen, un restaurante de ramen con decoración de anime que abrieron el pasado febrero en el centro de Málaga.

Cuenco de ramen. Lleva unas rodadajas de berenjena, alga, algo que parece pollo pero es proteína vegetal y cebolla crujiente.
El ramen vegetariano que me pedí yo.

Antes de ir ahí a la aventura, miramos las reseñas. Los comentarios más frecuentes eran: mal trato por parte del personal y el mejor ramen que vas a comer en Málaga. A lo primero no le hicimos caso. Como trabajadores en hostelería que somos Sergio y yo, sabemos perfectamente que casi siempre que el personal trata mal a la clientela es o bien porque la clientela llega con mala educación y exigencias, o bien porque el personal tiene un mal día. Por supuesto que hay gente gilipollas en todas partes, pero créeme que, en este caso, esa es la causa menos común. Lo importante era lo otro, lo de «el mejor ramen». Una cosa te voy a decir: llevo casi veinte años viviendo en Málaga y, de todos los tópicos que se oyen fuera de aquí, el de la exageración creo que es el único cierto. Sobre todo cuando se trata de hablar de comida. No te fíes de alguien de Málaga cuando te diga que algo va a ser lo mejor que vas a comer en toda tu puñetera vida, porque lo más seguro es que ese algo, simplemente, esté bueno. Así que tampoco confiábamos del todo en esa clase de reseñas y, por tanto, fuimos sin expectativas formadas.

Pues bien, diré que no fue una experiencia horrible. La comida estaba... buena. Poco más. Sergio pidió unos yakitori que estaban secos y duros, yo pedí unas gyozas de verduras que estaban insípidas, y el ramen... meh. Si lo comparo con el que sirven en el Natsu, el Yokocho o el Shifu (los tres restaurantes están en Alicante) se queda por los suelos, pero es que el de esos tres sitios y, en especial el del Natsu, es espectacular. Pero es que también si lo comparo con el que hago yo en casa usando caldo de brick, el mío está mucho mejor. Ya digo, no estaba malo. La berenjena tenía un gustito buenísimo, y la proteína vegetal (creo que era Heura) estaba rica, pero el caldo... suavecito suavecito.

Pero bueno, ya está, fuimos, nos dieron de comer y listo. Nada de personal borde, tuvimos trato con una camarera y con un camarero y en ambos casos fueron muy amables, el sitio estaba muy limpio, y mención especial al baño, impoluto. Pero... eso, la comida tirando a normalita, que por el precio que pagamos (42€ por los dos ramen, dos entrantes, un refresco y un agua) resultaba cara. Y la decoración, a ver, nosotros es que tampoco somos súper fans de lo que hay expuesto. Es todo como que muy mainstream: Dragon Ball, One Piece, Pokémon, Naruto, Los guardianes de la noche... mucho vinilo por todas partes, algunas figuras guays y un montón de neones. 

En fin, no me voy a alargar más respecto a este tema porque la entrada es mi resumen mensual, no una reseña gastronómica. Pero eso: si estás por Málaga o vives allí y quieres probar un ramen de calidad, quizás este no sea tu sitio. Se aceptan recomendaciones.

Como colofón final al mes, también la casualidad quiso que el Salón del cómic de Pizarra me pillara también de vacaciones. Sergio estaba trabajando, pero no mis amigues, así que propuse este plan sabiendo de antemano que no iba a ser la gran cosa y para allá que fuimos. Lo importante era tener plan, hacer algo distinto a lo habitual y, aunque no todo fue a pedir de boca, nos lo pasamos bien echando el día.

El Salón en sí nos lo ventilamos en una hora o menos. Mercadillo, como todos los eventos de esta clase, pero con una proporción muy alta de artistas y artesanes, lo cual está genial. De hecho, creo que solo había dos puestos grandes de merchan. Había un espacio bastante grande de ludoteca con dos mesas dedicadas al ajedrez (por supuesto, ya estoy pensando en ir con la gente del Go a invadir el año que viene) y un expositor llenito de juegos de mesa a disposición de quien quisiera. También varias consolas y ordenadores de libre uso cuyo catálogo no me atrajo (Fortnite, FIFA, Minecraft y creo que vi un Smash Bros, un Street Fighter y un Soul Calibur, estos dos últimos sí me gustan pero no jugué a nada) y un escenario. La verdad es que prefiero estos eventos pequeñitos a los grandes tipo FreakCon, Manga/cómic Barcelona etc, porque la chavalada puede ir y pasárselo bien sin dejarse un pastizal (por cierto, entrada gratis). El único punto negativísimo son los decibelios. Genial por parte de la organización porque tienen una hora pensada para personas sensibles al ruido, pero es que esa hora es de 11 a 12 del mediodía y el resto del tiempo, si siempre está al mismo volumen... pues pobre de la gente que esté allí trabajando. Yo iba feliz con mis loops puestos, pero a una de mis amigas se le olvidó coger los suyos y lo pasó mal.

Pero oye, ya digo, día guay con compañía guay y encima nos encontramos con la sorpresa de que había un globo aerostático cerquita del recinto al que pudimos subir. A ver, fue un visto y no visto, íbamos de dos en dos, el hombre nos subía a la altura de un segundo piso o así y vuelta para abajo, Pero chulísimo, yo había subido a uno de pequeña y nunca habría imaginado que repetiría a mis 43 años.

Globo aerostático en el aire a poca altura.
Un ratito después de hacer esta foto, me subí ahí.

Esa tarde la terminamos en unos viveros que hay en mi pueblo, dando paseíto entre plantitas y flores y con merienda rica.

Y ahora empiezo mayo con el estómago regular nada más, porque tengo que reconocer que llevo unos días comiendo por encima de mis posibilidades. Mención especial a la hamburguesa de lentejas y avena que me hice anoche, que estaba brutalísima.

A ver qué tal el mes, porque ya mismo llega la temporada alta y eso significa muchas horas en el trabajo, peores horarios y mucho estrés, pero bueno, Lo de todos los años, qué le voy a hacer. Lo que sí tengo claro es que la entrada de mayo no va a ser tan larga como esta. ¡Nos leemos!