Me salté el resumen de febrero y ahora ya no tiene mucho sentido ponerlo, ¿no? Tampoco es algo de suma importancia, a decir verdad.
Mi mes de marzo podría resumirse muy fácilmente: Final Fantasy VII Rebirth. En serio, casi no he hecho nada más.
Básicamente y como ya comenté en la entrada que le dediqué al juego, cada rato libre que tenía en casa lo empleé en jugar. A mi ritmo normal, un juego de 130 horas me lo paso en unos tres meses, y este tardé dos, así que imagina el nivel de enganche. Pero bueno, algo sí salí a que me diera el aire.
El evento principal fue, por supuesto, el campeonato de go en Sevilla. Debo decir que lo pasé regular por el sueño: me levanté a las cinco y media después de haber dormido unas tres horas, cogí el coche y tiré yo sola para Sevilla. La ida fue bien, pero la vuelta, ay. Aguantaba despierta, de lo contrario no me habría arriesgado y habría pedido asilo a alguien o buscado alojamiento, pero estaba cansadísima y con cierto mareo por culpa del sueño.
El campeonato en sí tampoco me fue bien. Perdí todas las partidas y no tuve la sensación de haber aprendido nada. Porque en el go da igual que ganes o pierdas: siempre aprendes. Pero yo estaba tan cansada que no retuve ese aprendizaje para nada. Al menos mi rango se mantuvo en 13kyu. Solo es un número, pero no me gustaría bajar.
A principios de mes tuvimos sesión de bricolaje express. Se nos rompió el cristal de la mesa del salón y vimos que costaba más encargar uno que comprar una mesa nueva. De todas formas, la pobrecita estaba ya para jubilar: se meneaba por todas partes y Sergio ya le había hecho apaños en dos ocasiones. Llevábamos tiempo detrás de comprarnos una, así que este fue el momento.
La pedimos por internet a una tienda de muebles y nos llegó mal el kit: con un roce dado en uno de los listones y con una pieza repetida y otra faltante. Lo del roce no nos importó. Da rabia, pero es en un sitio no visible, así que bueno. Lo de la pieza ya sí, porque se trataba de una pata y nos encontramos con tres patas de un lado y una del otro. Por suerte, en cuanto escribí a la tienda se pusieron en contacto con el proveedor y nos enviaron sin ningún coste la pieza buena. Ahora ya tenemos mesa, lo malo es que es algo más baja que la anterior (es una de esas de centro que levantas el tablero para comer, no tenemos mesa alta) y resulta un poco incómoda, pero bueno, fue compra de emergencia y además costó 70€.
También volví al Hot Pot. Hace poco abrieron uno nuevo en Málaga y se marcaron una campaña de márketing bestial. Tanto es así que, cuando mis amigues llamaron para reservar, les dijeron que estaba todo completo hasta después de Semana Santa. Ya pasada esa fecha, el restaurante emitió un comunicado diciendo que por el momento no se realizarán más reservas y atenderán en orden de llegada. Así que, siendo tan difícil ir, acabamos en el que ya conocíamos, el Hot Pot de Torremolinos donde comimos el día de mi cumpleaños, y salimos con la barriguita llena y el corazón contento.
Como yo soy la única vegetariana del grupo, no me importó comer carne por ese día ya que no llevo este tipo de alimentación de manera estricta. Me preguntaron si tenía algún problema, eso sí, ya que todes estaban dispuestes a prescindir de la carne, pero yo soy solo una en un grupo de seis (bueno, una persona nos falló, así que fuimos cinco) y no quiero arrastrar a todes. Además, les gusta mucho la verdurita, los fideos, las setas, el tofu... Más o menos podría decir que los platos de carne eran como 1/4 de todos los que pedimos, y yo los probé pero comí poquito, porque de lo demás había más que de sobra.
La verdad es que los Hot Pot son un sitio genial para ir. Eso sí, no merecen la pena si sois poca gente (a partir de cuatro personas ya empieza a salir mejor de precio por cabeza) y, si sois escrupuloses, no es vuestro sitio, ya que todo el mundo echa cosas a la olla y, aunque hay cucharones para servir y se pueden pedir palillos extra, alguien acabará metiendo los propios seguro.
Mi capricho absurdo del mes fue... una olla. Fui consciente desde el primer momento que era eso: un capricho. Se trata de una olla de hierro fundido esmaltada. Las reseñas de este tipo de menaje hablan siempre de lo mismo: que la comida sale buenísima porque se cocina a fuego lento. Te voy a ser sincera: sale igual. Es una olla. Pesa muchísimo y requiere mantenimiento porque ni se puede dejar secar al aire, ni se puede guardar de cualquier manera. Pero es súper bonita y ya está. La estoy usando bastante, y eso es lo que importa: la quería, la compré y le doy uso, punto.
Eso sí, como este mes parece que fue el de las compras accidentadas, también tuve problemas con ella. Originalmente, yo pedí una que tenían en Lidl. Llevaba viéndola bastante tiempo cuando iba a la compra y la miraba con ojitos, pero siempre me resistía. Cuando me decidí, fui al Lidl de mi pueblo y ya no la tenían; fui al más cercano y tampoco. Así que la pedí online. Me llegó la caja en malas condiciones la olla con dos picotazos dados y una capa importante de polvo por encima. Está claro que me habían mandado una que tenían expuesta en tienda, pero el precio era el mismo y no me pareció bien. Así que gestioné la devolución y pedí a otra tienda, donde sí me mandaron una a estrenar.
Es una pena, porque la de Lidl, de 3 litros de capacidad, costaba 20€ y pico, mientras que la que tengo ahora son 2 litros y costó 50, pero no quería arriesgarme a que me volvieran a enviar otra olla de exposición o en mal estado. Supuse que, dado que ya no la tenían en tienda, lo que quedaba en la web eran los excedentes.
Y hablando de compras accidentadas: la de el primer volumen de El gran maestro de la cultivación demoníaca fue otra. No tanto como la mesa y la olla, no hubo devoluciones de por medio, pero tampoco fue cosa de ir y comprar.
Yo tenía una reserva en la librería de cómics y frikerío general de Málaga a la que suelo ir siempre. Tengo que decir que esta librería nunca ha respetado las fechas de lanzamiento de las novedades, o al menos nunca ha sido así con las novedades que me han interesado. Según me explicaron cuando el primer tomo de Hikaru no Go, es que les llegan a lo largo de la mañana, ni siquiera a primera hora, y luego tienen que encontrar el hueco de sacar el material de las cajas y distribuirlo. Ahí no me voy a meter. Sé que en cierta tienda grande de libros y tecnología tienen las novedades el día anterior a su lanzamiento, de forma que, al abrir al día siguiente, ya están puestas en las estanterías, pero es posible que las editoriales den prioridad a este tipo de superficies o que mi tienda friki de (no tanta) confianza las reciba en su otra tienda en Málaga y desde ahí hagan el reparto al otro local. Da lo mismo, el caso es que yo tenía mi reserva hecha y daba por hecho que podría ir a recogerla al día siguiente.
Ese día, yo tenía turno partido. Si recibía el correo, tenía que ir a Málaga, en plena Semana Santa, entre los dos turnos del trabajo, comprar la novela y volver. Y solo tenía dos horas y media para hacerlo, muy justito. Menos mal que tuve la precaución de no dar por hecho que el libro estaría en la fecha esperada, porque no recibí ningún correo ni ese día ni al siguiente que, además, también tenía turno partido y solo dos horas disponibles.
Al final, y ya que ahí no hay que pagar por adelantado para hacer las reservas, opté por pedirla a la misma web de Norma. Recibí el libro en casa antes que el correo avisando de que ya podía ir a la tienda. Les respondí diciendo que no iría a por ella para que no tuvieran ahí una venta menos por mi culpa, y se acabó.
Y este fue básicamente mi mes. El Final Fantasy no influyó en mi cantidad de salidas, porque yo de todas maneras salgo poco, pero sí en otras actividades que de normal hago en casa. Eso, sumado a muchas horas de trabajo, hicieron de marzo un mes no demasiado interesante.
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