Es un hecho que ya no dibujo. Podría decir que estoy de descanso, que ahora mismo tengo otras prioridades o cualquier otra cosa, pero hoy por hoy siento que ya alcancé mi límite y que no voy a volver a dibujar, al menos de forma regular. Y me da mucha pena, no te creas.
El proceso de alejarme del dibujo ha sido bastante rápido. Lo último que completé fue un encargo en noviembre y otro en octubre, y en ambos casos fue lo único que dibujé en todo el mes. Desde entonces habré dibujado dos o tres veces más, ninguna de ellas hasta terminar una ilustración completa. Y aunque sigo pensando todos los días en cosas que me gustaría hacer, nunca tengo ganas de ponerme a ello.
Por favor, no uses mis dibujos sin mi permiso.
Sí, es cierto que me apetecen otras cosas. He vuelto a jugar a videojuegos a diario, cosa que antes había relegado un poco a un segundo plano y solo les dedicaba algún día suelto a la semana. No estoy tan a tope con el Go como antes, pero sigue ocupándome bastante tiempo también, y además, últimamente mis horarios de trabajo se han salido de madre por completo y no es una situación puntual: es algo que no parece que vaya a cambiar, y esa falta de estabilidad horaria también influye muchísimo en una afición que ocupa tantas horas.
Pero todo esto es algo que no me importaría si de verdad siguiera tan feliz con la afición. El problema radica, sobre todo, en la frustración.
Me da mucha rabia porque yo antes no era así. Empecé a dibujar como a los catorce, lo hacía de putísima pena y sí recuerdo que me sentía muy frustrada porque mis dibujos no eran bonitos, pero insistí e insistí y, como se suele decir, la práctica hace al maestro. O, bueno, en mi caso, a la aficionadilla. El caso es que llegué a un punto en que estaba muy contenta con lo que hacía, me sentía orgullosa y, lo más importante, aunque sí compartía mis trabajos y quería que la gente los viera, me daba exactamente igual recibir reconocimiento por ello.
Dibujos hechos alrededor de 2003-2004. Por favor, no los uses sin mi permiso.
Lo dejé también de forma casi radical por motivos muy diferentes: me mudé de Alicante a Málaga y a mí los cambios me destrozan, así que imagínate uno así de grande. Perder mi espacio para dibujar (que no era gran cosa, pero era mío), cambiar de rutinas y volver a convivir con personas que no eran mi pareja (nos mudamos con los padres de Sergio) hizo añicos mi creatividad. Y muchos años después, unos doce, retomé la afición poco a poco.
La diferencia con respecto a antes, es que esta vez sí me importaba saber que, en efecto, mis dibujos llegaban a la gente y obtener reconocimiento por ellos. Y quizás si tú no eres artista estarás pensando de mí que soy una presumida o, en un término bastante misógino y muy extendido en la jerga internetera de los dosmiles y dosmilesdiez, una attention whore. Pero si eres artista sabrás muy bien de lo que hablo. Porque eso de «dibuja para ti» es muy bonito, pero no funciona. A todes nos gusta recibir reconocimiento, que nuestro dibujito guste y que nos lo demuestren, porque es un esfuerzo que merece más recompensa que la de ver tu proyecto terminado. Y este reconocimiento llegaba... pero muy poquito.
El panorama actual no es como el de hace veinte años. Ahora hay una cantidad inmensa de artistas increíbles que se dedican a esto de forma profesional, que son capaces de sacar una ilustración currada a la semana (¡o más!) y que tienen el tiempo y la fuerza necesarias para mantener sus redes activas y no caer en el olvido, grandísimo problema en la actualidad. Y claro, que se me vea entre toda esta gente es muy difícil. Yo no quiero ocupar sus espacios, sé muy bien que porque la gente vea y aprecie mi trabajo no va a dejar de ver y apreciar el suyo. El problema está en que las redes sociales se han convertido en un bombardeo incesante de contenido e información y, después de que los algoritmos muestren a quienes pagan por ser mostrades, sigan con personas de muchísimo alcance y cifras altísimas y continúen con cuentas más modestas, llegan hasta mí, que tengo menos alcance que la mayoría de muchachada de instituto que comparte bailes en tiktok, y la gente ya se ha cansado. Así que necesito generar, generar y generar para que mi visibilidad crezca a base de tener mucho material nuevo para enseñar. Y yo ese ritmo no soy capaz de seguirlo.
Básicamente, lo intenté y me quemé.
Hace unos años, coincidiendo con una época de cierta inestabilidad económica en casa, empecé a aprovechar mi habilidad (que no talento, ojo, yo no tengo talento y esto te lo voy a explicar más adelante en esta entrada) para intentar compensar un poquito el estado de mi cuenta bancaria. Decidí abrir encargos de arte y, en parte también por este motivo, me abrí un Patreon. El otro motivo, el principal, era para tener algo que me motivara a seguir creando. De esta forma, con esa presión por ofrecer a mis mecenas sus recompensas por apoyarme, yo también tenía más material que subir a las redes y así labrarme esa visibilidad que realmente no creo haber conseguido.
Al principio estuve a punto de dejarlo correr. El primer mes no solo no vino nadie, sino que además recibí un comentario muy desagradable en Twitter acerca de un boceto NSFW que hice. Ese boceto no estaba bien, pero lo compartí junto a mi Patreon explicando que la finalidad de este era lo que os acabo de explicar: con el apoyo de la gente y esa pequeña obligación de seguir dibujando, aprendería y mejoraría mucho más. Nunca quise engañar a nadie, pero en ese comentario se me dijo que el dibujo era feísimo y que encima tenía la cara dura de compartir un Patreon que estaba vacío (no tenía mecenas en ese momento). Un comentario así puede hacer mucho daño, y este lo consiguió, pero fui cabezona y seguí adelante. No mucho después llegaron mecenas, solo un par, y fueron más que suficientes para ponerme las pilas.
Este fue uno de los dibujos que hice como recompensa a una mecenas. En la versión original no lleva nada puesto. Por favor, no lo uses sin mi permiso.
En esos meses me sentí muy bien con el dibujo. Mejoré bastante gracias al NSFW, vinieron más mecenas y, dado que todavía sentía que no merecía un apoyo económico habiendo tantes artistas mucho mejores y más productives, me esforcé muchísimo para mantenerme a la altura a pesar de que mis mecenas siempre me decían lo mismo: que no hacía falta, que no me apoyaban para eso. Y, en algún punto, empecé a ver que este esfuerzo no daba resultados.
Mi Patreon se estancó, mis publicaciones en redes mantenían las mismas cifras o incluso peores que cuando retomé el dibujo años antes y tampoco estaba del todo contenta con lo que hacía. Básicamente, no me gustaba casi ninguno de mis trabajos y, cuanto más los miraba, más fallos les veía. Eso me sigue pasando, y de hecho al escribir esta entrada y elegir las obras para poner aquí, me he horrorizado al ver algunas que creía que estaban bien.
Soy una persona a la que le cuesta esforzarse. Lo hago, y mucho, pero ya solo eso requiere esfuerzo previo. Por eso cuando veía que mis esfuerzos no daban fruto, llegaba la frustración. Es ideal decir que tenía seis mecenas y eso está muy bien, que casi todas mis publicaciones de Instagram llegaban a los 20 likes y eso son muchas personitas diciendo «ey, me gusta lo que haces»... pero reconozcámoslo: es muy poco. Veinte likes se alcanzan con cualquier foto bonita de un café. Seis mecenas, teniendo en cuenta que no soy (era) artista profesional está genial, pero no tanto el estancamiento y la sensación de que ya estaban todes, que no vendrían más.
Y luego está esa inevitable comparación. Todo el mundo dice que no hay que compararse, pero también todo el mundo sabe que es imposible no hacerlo. Y yo no paro de hacerlo, por arriba y por abajo. Por arriba: veo a artistas que son goals para mí y siento que jamás alcanzaré ese nivel de manejo en anatomía, originalidad, coloreado, composición o cualquier otra cosa. Y por abajo, y esto soy consicente de lo feísimo que es, pero no puedo evitar sentirme así y lo escribo porque este es un espacio solo para mí: veo artistas con una técnica muy deficiente, que sus dibujos transmiten una sensación de cero esfuerzo y que ni siquiera son constantes en redes alcanzar unas cifras que son como el triple o el cuádruple de las mías. Teniendo en cuenta que nunca estoy del todo contenta con lo que hago, estas dos comparaciones no hacen sino repetirme una y otra vez: «¿de verdad está bien lo que hago?».

Una de las ilustraciones de las que sí me siento orgullosa, aunque cuanto más tiempo pasa más fallos le veo. La tengo tatuada, por cierto.
Siempre me quedará la satisfacción de ser capaz de plasmar lo que he ideado... solo que no, porque no lo logro, o no del todo. El proceso de aprendizaje es así: la habilidad siempre va mucho más despacio que la propia exigencia. Aquí es donde es clave lo del talento que comentaba antes: yo no tengo talento. Sí creo en él, pues hay personas que tienen mucha más facilidad para el arte y esto es así. Estoy de acuerdo en que quizás un 90% es esfuerzo, perseverancia, práctica, estudio y muchísimas horas dedicadas al dibujo, pero es 10% sobrante sí es talento, si entendemos por ello la capacidad de asimilación y la creatividad de cada persona, que es algo que no se aprende sino que viene de fábrica. Yo siento que tengo el 90%, pero no el 10%. Soy creativa, sí, pero no tengo grandes ideas. Y la calidad de mi arte ha llegado a este punto a base de perseverancia y práctica, ya que mi capacidad de asimilación es tirando a baja. Así que yo quiero mejorar. Quiero superarme de una ilustración a la siguiente y quiero verme capaz de hacer realidad mis ideas, las pocas que tengo, pero nunca lo consigo del todo y, lo que consigo, es algo a medio camino de lo que quería. Para que te hagas una idea, la ilustración de arriba se llevó unas treinta horas de trabajo real. No treinta horas de sentarme al pc, abrir el Clip Studio y dibujar a ratos sino treinta horas con el lápiz en la mano. Esa ilustración obtuvo 44 likes en Instagram. Sí, el doble de lo que suelo alcanzar pero aun así... 44. Tengo más de 300 seguidores. Y mi nivel de orgullo con ella tampoco compensa, ni de lejos, todas esas horas.
Entonces ¿qué me queda? Si me cuesta tanto esforzarme y mi esfuerzo no da frutos porque no soy capaz de reproducir lo que tengo en la cabeza, no observo mejoría significativa de un tiempo a esta parte, no alcanzo casi a nadie ni obtengo apenas reconocimiento... ¿dónde está mi motivación? No la tengo. Me encantaría, de verdad te lo digo, disfrutar el simple hecho de dibujar sin pensar en el resultado, sin pensar en si saldrá bien, en si lograré lo que quiero y muchísimo menos en si recibiré reconocimiento una vez lo publique, pero no puedo porque necesito esos alicientes, y puedes tacharme de persona horrible, de desagradecida o de ambiciosa, pero eso no va a cambiar nada. Es como el clásico «¿estás triste? Pues no estés triste». Amigue, eso no soluciona nada.
El otro día me puse a dibujar porque quiero hacer una mascota para nuestro club de Go. Al final salió un boceto bastante decente, pero no sabes lo que me costó llegar a ello porque lo estaba haciendo sin ganas y porque esta falta de motivación me ha drenado la creatividad. Me costó muchísimo encontrar el ritmo y, hasta que al fin empezó el boceto a tomar una forma decente, estuve hasta pasándolo mal. Solo porque estaba en directo en Twitch no cerré en Clip Studio y lo dejé para otro día. No he vuelto a ponerme con ello.
Ojalá dentro de algún tiempo (poco, espero, no quiero volver a estar 12 años sin tocar un lápiz) vuelva a recuperar las ganas, porque es una afición bonita de la que durante un tiempo estuve orgullosa, y ojalá sepa volver a apreciar el proceso sin pensar en nada más, pero por el momento... esto es lo que hay. Y ¿sabes qué? Es exactamente lo mismo que me ha pasado con la escritura.
Quizás yo no haya trabajado lo suficiente en darme esa visibilidad (con la escritura soy consciente de que es así), quizás sin pretenderlo estoy ocupando el espacio de otras personas que sí viven de esto y no debo ir más allá, o quizás, simple y llanamente, tengo mejor concepto de mí misma que la realidad y ese es todo el problema. En todo caso, ojalá no me afectara.
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